En este escenario se enfrentan dos hombres: un comerciante y un tenedor de libros, protagonistas de una batalla legal por una deuda que exige, como pago, la entrega literal de una libra de carne del deudor. La crudeza de esta premisa se intensifica con la iluminación estratégica, que genera atmósferas opresivas y, a la vez, momentos de revelación que dejan al público en estado de inquietud y asombro.
El vestuario, cuidadosamente seleccionado, define la esencia de cada personaje, acentuando sus diferencias y exponiendo sus conflictos internos. El uso de máscaras, una decisión audaz y profundamente simbólica, añade misterio y refuerza la universalidad de los roles, invitando al espectador a ir más allá de lo visible y a reflexionar sobre lo oculto en la naturaleza humana.
BORDE no solo monta una obra: exhibe con orgullo un semillero de talento. Jóvenes actores que desbordan energía, con una entrega apasionada que se siente en cada gesto y en cada palabra. La dirección firme y sensible de García extrae lo mejor de este elenco diverso, creando un conjunto que vibra en perfecta armonía.
La obra confronta directamente al público con la soledad, la crueldad y la deshumanización. Nos obliga a cuestionar el valor que damos a la vida, a la compasión y a nuestras propias decisiones. ¿Qué significa realmente juzgar? ¿Cuánto nos alejamos de nuestra esencia en nombre de la ley, de las normas, de la justicia? Estas preguntas resuenan mucho después de que el telón cae, dejando huella en cada espectador.
Se trata de una experiencia inolvidable, un testimonio vibrante del talento teatral chaqueño, sostenido por la visión lúcida de Lucas García y el
compromiso absoluto del elenco de BORDE. Una obra imprescindible, intensa y profundamente humana, que reafirma la belleza y la potencia de nuestro teatro.



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