Saverio ¿Él Cruel?, del Grupo BORDE, nos propone una adaptación tan filosa como incómodamente actual del clásico de Roberto Arlt. La casa de una juventud adinerada se convierte en el terreno de juego perfecto para una farsa despiadada, donde la víctima —Saverio, un humilde vendedor de purificadores de agua— es arrastrada sin saberlo a ser el protagonista involuntario de una ficción cruel. Lucas García, con inteligencia y atrevimiento, pone en duda desde el mismo título lo que antes parecía una certeza: ¿es Saverio realmente cruel o lo es, en realidad, el sistema que lo somete a este experimento? Desde esa pregunta inicial se abre el camino hacia una obra que no teme meterse en los territorios más incómodos: la crueldad transformada en espectáculo, el poder entendido como capricho, la locura utilizada como disfraz.

Susana lidera el juego perverso, fingiendo padecer una enfermedad mental que solo podría “curarse” si Saverio acepta transformarse en el temido Coronel. A partir de ese momento, el límite entre lo actuado y lo real se desdibuja con inquietante fuerza, dejando al espectador en un estado de alerta constante. El mecanismo teatral se convierte en un espejo distorsionado, donde lo lúdico se vuelve violento y donde la ficción revela una verdad mucho más oscura sobre la naturaleza del poder y la manipulación.

El elenco conformado por Tomás Morales Michelini, Jonatan González, Quimey Castillo Oviedo y Katia Bradford ofrece un trabajo sólido, preciso y visceral. La tensión, el humor ácido y la incomodidad atraviesan la sala en cada escena, sosteniendo la obra con interpretaciones que nunca se permiten el artificio. La potencia de sus actuaciones nos recuerda que la locura, lejos de ser solamente un síntoma clínico, puede convertirse en una construcción social cargada de prejuicios, exclusiones y violencias invisibles. Esa incomodidad que late en la obra es la que le otorga su vigencia y la convierte en una experiencia teatral inquietante y necesaria.
La puesta en escena es honesta, intensa, sin adornos superfluos, y respeta profundamente el espíritu del original de Arlt, pero al mismo tiempo lo reinterpreta y lo problematiza desde una mirada contemporánea. La dirección de Lucas García se arriesga a incomodar, y lo hace con lucidez, explorando cómo la crueldad puede convertirse en un juego de poder tan vigente hoy como en los tiempos de Arlt.
Al final, resuena una frase que se queda clavada en la memoria: “La farsa es para nosotros, para los demás no”. Y entonces surge la pregunta inevitable: ¿y si la farsa es, en verdad, la vida misma? Esa duda, planteada con crudeza y belleza a la vez, es el mayor mérito de esta obra que trasciende su tiempo y nos interpela directamente como sociedad.
Una producción del Grupo BORDE, con dirección y adaptación de Lucas García sobre el texto de Roberto Arlt, y con las actuaciones de Quimey Castillo Oviedo, Jonatan González, Katia Bradford y Tomás Morales Michelini. Una propuesta valiente, actual y profundamente perturbadora que confirma, una vez más, el enorme talento de este grupo y la vigencia inagotable de nuestro teatro.
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