Ensayo: Territorialidad, identidad y pulsos de escena — Un teatro que resiste, se transforma y avanza
Hablar del teatro chaqueño implica hablar de persistencia. De voces que se afirmaron en la intemperie cultural, lejos de los centros legitimadores, pero cerca, muy cerca,de la gente. Como lo señala MIRNA CAPETINICH en sus estudios históricos sobre nuestro sistema teatral, en el Chaco la escena no surgió como un fenómeno súbito ni desde grandes instituciones, sino que fue haciéndose cuerpos, acentos y relatos a lo largo del siglo XX: primero con aficionados e iniciativas comunitarias, luego con circuitos independientes que dialogaban,y discutían, con las estéticas porteñas, hasta consolidar un campo propio con identidad en construcción permanente.Ese origen habla de algo que todavía hoy nos define: la autogestión como manera de existir. Nuestra escena nació de colectividades inmigrantes, de micromundos barriales, de escuelas rurales, sociedades de fomento y clubes. Allí se ensayaba, se escribía, se tejían telones a mano y se iluminaba con lo disponible. El teatro chaqueño nunca tuvo la comodidad del teatro “garantizado”, sino la convicción del teatro necesario.
Y todavía hoy persiste esa convicción.
Porque si algo distingue al teatro chaqueño es que cada obra estrenada es un acto de resistencia cultural, y cada espectador que cruza la puerta de una sala independiente reafirma un pacto: acuerda ser parte del otro, dejarse afectar, dejarse decir.
Independientes: cuando hacer teatro es también hacer territorio
Hablar del teatro independiente en el Chaco es reconocer a quienes abrieron huella cuando la palabra “independiente” no estaba ligada a un circuito o una etiqueta, sino a la necesidad de crear pese a todo.
Allí están los históricos que sostuvieron escena con cuerpo y convicción:
Los del Callejón, Fulanxs, Colectivo 18, Sala 88 —con sus múltiples grupos de adultos, jóvenes y teatro musical—, Fundación Acuífero Guaraní, Galatea, entre otros que siguen siendo semilla y raíz.
Porque este teatro no responde a un nombre propio, sino a un nosotros.
Y hoy, esa huella convive con los grupos jóvenes que traen una renovación estética, política y conceptual: Grupo Borde, Grupo Folio, Desplazados, Damos Sala, Dramones, Jopara , Conexiones para la creación y una camada que no espera invitación, porque entendió que la escena se toma, se ocupa y se habita.
Este cruce generacional es signo de madurez cultural: no la repetición de un molde, sino el intersticio donde tradición y ruptura se encuentran.
Presencia: el teatro en las salas, en las calles, en las escuelas
Si antes el teatro buscaba un edificio, hoy busca un vínculo.
Las obras suceden en salas históricas, en espacios recuperados, en patios y terrazas convertidas en plateas improvisadas, en escuelas donde un salón de actos se vuelve escenario sin telón. El teatro chaqueño se expandió hacia plataformas digitales, redes, intervenciones urbanas y experiencias pedagógicas que entienden que enseñar teatro no es formar actores solamente: es formar pensamiento crítico, sensibilidad y comunidad.
La escena local ha encontrado nuevos modos de narrarse: desde lo documental a lo poético, del teatro de texto al físico, del humor popular al biodrama. Con todo eso y con contradicciones, como corresponde, construimos identidad.
Porque el teatro es eso: identidad hecha acción.
Afectos y memoria. Los nombres que no se borran
En este día que celebra historia, estructura y lucha cultural, no puedo evitar hablar desde lo personal. En mi recorrido como artista, dos personas marcaron un antes y un después:Hugo Blotta y Marilyn Toribio.
Me enseñaron que el teatro es un oficio, un lenguaje y una casa. Que el rigor y el amor no se contradicen, se complementan. Que en el ensayo no solo se prueba una escena: se prueba una ética.
A los dos, gracias. Al cielo, va mi abrazo.
Un teatro que avanza
Nuestro teatro evolucionó, resiste y avanza. Avanza porque cada grupo se sabe parte de un ecosistema y no de una competencia. Avanza porque cuando se estrena una obra, se estrena el trabajo de muchos. Avanza porque en tiempos de velocidad, elegir el encuentro en vivo sigue siendo un acto contracultural.
Y avanza porque lo mejor que tenemos, lo más lindo que tenemos, es que el teatro chaqueño se hace mirándose a los ojos.
No somos espectadores pasivos de una historia que sucedió. Somos herederos y autores simultáneos de una historia que continúa cada vez que alguien pregunta:
¿cuándo ensayamos?
En las butacas, en los escenarios, en los pasillos del detrás de escena, en la sala llena, en la sala pequeña, en la primera función, en la última, en la que salió impecable y en la que salió torpe pero honesta.
Porque el teatro chaqueño es eso: un ensayo perpetuo para imaginar quiénes somos, quiénes fuimos y quiénes queremos ser.
Feliz Día del Teatro Chaqueño.
Que nunca falte luz, ni una voz que diga:
“Señores, señoras… comienza la función.”











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