Por Nicko Stea
Improvisar en el teatro no es actuar sin red, sino construirla en el mismo momento en que se avanza. Como señala Viola Spolin, una de las grandes referentes del teatro de improvisación, el acto de improvisar implica una atención plena al presente, una escucha activa del otro y una disponibilidad total al juego. En esa práctica, el tiempo lineal se suspende y el acontecimiento escénico se vuelve irrepetible. Desde ese lugar conceptual y sensible se erige ES AHORA… La proximidad nos revela… Impro de cerca, la propuesta del grupo JOPARA Teatro, que apuesta a un teatro vivo, cercano y profundamente humano.
La experiencia comienza antes de cruzar la puerta de Galatea Teatro. Mientras el público espera ingresar, Adriana Villalba, directora de la obra junto a Franco Greve, ya establece un primer contacto con los espectadores. Pregunta, escucha, provoca relatos posibles, situaciones que luego podrán ser materia de improvisación. No se trata de una instancia decorativa ni de una simple antesala: el espectáculo ya está en marcha. La frontera entre la vida cotidiana y la escena se diluye, y el público, quizás sin advertirlo del todo, empieza a formar parte del dispositivo teatral.
Una vez dentro de la sala, la propuesta rompe definitivamente con cualquier expectativa tradicional. No hay una puesta frontal ni una disposición clásica del espacio. Por el contrario, el teatro se fragmenta en distintos sectores y el público es organizado en grupos, repartidos a lo largo y ancho de la sala. Esa cercanía, esa falta de distancia segura, genera al principio cierta incomodidad. Hay un desajuste inicial, una sensación de no saber bien dónde ubicarse ni qué rol ocupar. Sin embargo, esa incomodidad no es un error: es parte del juego. Es la antesala necesaria para abrir la percepción y habilitar otra forma de mirar y estar.
Las directivas claras de Adriana ordenan ese primer desconcierto y permiten comprender que el público no solo observa, sino que coexiste con la escena. La participación es posible, nunca obligatoria. Se puede intervenir, responder, jugar, o simplemente observar. Esa decisión personal es respetada y cuidada, lo cual habla de una propuesta consciente y ética, que entiende la improvisación como un acto de invitación y no de imposición.
Los actores —Rebeca Gauna, Seba Pérez, Juan Matías Gonzales Obregón, Lucas Ariel Borda, Elías Delturco y Tahiel Rot— aparecen inicialmente en una escena grupal que funciona como una suerte de umbral emocional. Hay algo de reencuentro y de despedida, de vínculos profundos que se intuyen cargados de historia compartida. La empatía y la camaradería entre ellos se perciben con claridad y se transmiten al público con naturalidad. Esa energía colectiva crea un clima de confianza indispensable para lo que vendrá después.A partir de allí, cada improvisador se dirige a uno de los espacios asignados. En ese territorio íntimo, toma las fichas: emociones por un lado, historias por otro, muchas de ellas surgidas de los relatos recogidos antes de ingresar a la sala. Y entonces comienza el verdadero acto creativo. Sin red visible, sin texto previo, cada actor se lanza a improvisar con una destreza admirable, construyendo mundos efímeros que nacen y se disuelven ante la mirada cercana del público.
Al principio, es posible no conectar del todo. La cercanía extrema, la ausencia de una estructura narrativa tradicional y el carácter íntimo de las escenas pueden generar cierta distancia emocional. Pero con el paso de cada improvisador, algo empieza a aflojarse. Tanto el espectador como el grupo comienzan a soltarse, a confiar en el juego, a dejarse atravesar por lo que sucede. Y ahí es donde la experiencia cobra verdadera fuerza: cuando el fluir reemplaza a la expectativa.
La creatividad de cada intérprete es uno de los grandes pilares de la propuesta. Desde la economía de recursos hasta la enorme capacidad de sostener una escena nacida en el instante, cada actor demuestra una sensibilidad particular para invitar al público, permanecer el tiempo justo y luego retirarse, dejando resonancias distintas en cada grupo. Esa capacidad de estar y saber irse es un arte complejo que aquí se maneja con precisión y profundidad.
ES AHORA… no es solo una muestra de improvisación; es una experiencia que pone en valor el riesgo, la escucha y la presencia. Somos testigos de un arte que exige atención plena, generosidad y una gran responsabilidad escénica. No cualquiera puede guiar un grupo, no cualquiera puede sostener el aquí y ahora sin refugiarse en lo preestablecido. JOPARA Teatro, con su vasta trayectoria en la escena local, demuestra un dominio sólido del lenguaje improvisado y una coherencia estética que se traduce en propuestas sensibles, cuidadas y profundamente humanas.
Esta obra merece crecer, expandirse y ocupar un lugar privilegiado dentro de nuestra escena teatral. Porque nos recuerda que el teatro sucede en el encuentro, en la cercanía, en el instante compartido. Porque nos invita a ser parte sin obligarnos, a mirar sin distancia, a habitar el presente. Y porque, en definitiva, nos confirma que el ahora, cuando es genuino, puede revelarlo todo...





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