TV60: Cuando la imagen enciende lo que el país intenta callar (Por Nicko Stea — Con reseña invitada de David Barrios)
TV60 es una obra de teatro argentina, escrita por Bernardo Cappa y dirigida por Florencia Castillo y Lucas García, estrenada recientemente en La Máscara Teatro (Resistencia, Chaco), que pone en diálogo dos tiempos históricos: los años 60 (esa madrugada donde algo se quiebra en la intimidad de un país) y nuestro presente saturado de pantallas, relatos superpuestos y verdades fragmentadas.
Lo que ocurre en escena no se limita a narrar un momento crítico de la Argentina; lo trae al cuerpo, al gesto y al silencio, explorando lo que el filósofo Hans-Thies Lehmann llamó “teatro de la presencia”: aquello que el actor expone sin escudo, donde el cuerpo es discurso y no solo vehículo del texto.
Un proceso colectivo que se volvió lenguaje
Destacar el trabajo del elenco no es cortesía: es fidelidad a lo vivido.
Durante los meses de ensayo, las inquietudes, los riesgos, la incomodidad y el desafío se volvieron motor y sentido. La obra nos exigió pensar la historia desde el cuerpo, y como sugiere el maestro Eugenio Barba, “el actor no representa la vida: la reinventa con su tensión”. Reinventar, tensionar, incomodar: eso fue parte del camino que propusieron Lucas y Flor, quienes apostaron a una dirección que acompaña, escucha y provoca sin perder de vista el pulso sensible del elenco.
Y hablando del elenco: joven, diverso, potente, a la altura (y muchas veces por encima) de lo que solemos admirar en los nombres históricos.
Este grupo supo darle color, humor, oscuridad y contradicción a una dramaturgia que nos desafió y nos hizo disfrutar. La energía nueva no reemplaza la tradición: la empuja, la discute, la expande.
Una dramaturgia que incomoda con belleza
Cappa escribe desde un lugar donde ficción y tragedia se rozan sin pedir permiso.Lo banal se vuelve rito; lo cotidiano, una grieta por la que entra el ruido del país. Hay humor negro, sí, pero también hay crítica: se cuestiona el relato mediado, el discurso filtrado, la verdad editada. Y quizás por eso nos conecta tanto con el ahora: porque seguimos siendo espectadores de un país que se cuenta a sí mismo a través de imágenes.
Reseña por David Barrios.
(mi primer reseña compartida, porque habiendo actuado en esta obra, creo que era necesario sumar otras miradas para un hecho teatral que invita a pensar)
TV60: Cuando la imagen enciende lo que el país intenta callar.
En el estreno de TV60, viví una experiencia teatral que invita a mirar hacia atrás para comprender algo muy actual: el poder de la imagen y de los discursos que moldean lo que creemos real. La obra, escrita por Bernardo Cappa y dirigida por Florencia Castillo y Lucas García, nos sitúa en una madrugada de los años sesenta en la que un televisor encendido se vuelve faro, ruido de fondo y, a la vez, agujero por donde se filtra todo lo que el país intenta callar.
La atmósfera inicial es inquietante: un canal, un hombre común y un país que tiembla. Desde allí, la obra despliega un delicado juego entre lo banal y lo ritual, entre lo que se ve y lo que se oculta, generando un clima donde lo cotidiano se vuelve extraño y revelador.
El numeroso elenco —Silvia Ruggero, Fernando Gómez Bais, Camila Acuña, Maylen Fernández, Ana Trangoni, Luz Gota, Dorian Laboletta, Nicko Stea, Macarena Vargas, Analía Capello, Valentina González, Gonzalo Ríos y Lourdes Pedroso— funciona como una maquinaria precisa, sostenida en actuaciones que aportan matices, silencios expresivos y una fisicalidad muy bien trabajada.
Y entre esas presencias, hubo una escena que me atravesó especialmente: la primera aparición de Horacio, el productor interpretado por Nicko Stea. Su irrupción en escena, cargada de enojo, tensión y una honestidad visceral, me provocó un estremecimiento real. Su manera de expresar la bronca generó un silencio palpable en la sala. Ese momento condensó algo del espíritu de la obra: la violencia sutil de los medios, la presión interna, el caos que late detrás de una pantalla que pretende ordenarlo todo. Sentí miedo, y sobre todo admiración, al ver la potencia con la que habitó ese personaje.
La dirección sostiene con inteligencia esa dualidad entre lo visible y lo oculto. Hay un cuidado en cada desplazamiento, en cada mirada y en cada gesto; una coreografía silenciosa que guía al espectador hacia zonas de inquietud sin necesidad de explicarlas.
TV60 deja preguntas abiertas:
¿Qué verdades quedan fuera de cuadro?
¿Qué poder tiene lo que vemos… y qué poder tiene lo que se decide no mostrar?
Recomiendo esta obra a quienes disfrutan del teatro que piensa, que incomoda sin perder belleza, y que encuentra en la mezcla de caos y silencio una forma profunda de narrar lo que somos y lo que fuimos.
David Barrios (Profesor de Lengua - Escritor)





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